PILAR PRADES

Los asesinos en serie tienen, según el caso, diferentes maneras de ejecutar sus macabros planes homicidas. En el caso de los hombres, la brutalidad, el móvil sexual y la violencia extrema suele ser el modus operandi. En el caso de las mujeres, este se inclina hacia la manipulación de otras personas, o como en el caso que ocupa esta semana, la aplicación de dosis de elementos químicos, al veneno.

Fue el sistema que utilizó Pilar Prades, la que se conoció como La Envenadora de Valencia.

Pilar nació en Bejís, cerca, muy cerca de Onda, el año 1928. Se trasladó a Valencia siendo adolescente, y encontró trabajo y hogar en la casa de la familia Vilanova-Pascual, charcuteros con cierto nombre en la capital del Turia.

Era el año 1955, y Enrique Vilanova y Adela Pascual eran propietarios de un negocio floreciente, que les permitía vivr con cierto desahogo en los difíciles años en que España salía de una posguerra de penurias.
Pilar estaba mucho tiempo sola en la casa y disfrutaba estando en ella, sin más compañía que los lujos que la rodeaban. En sus sueños, se veía como la dueña del hogar, como la señora de la casa.

La realidad, y Pilar lo sabía, era muy diferente. La casa pertenecía a los señores, y la señora era la dueña de la casa y del corazón de Enrique, que también le parecía a Pilar que debería pertenecerle.

Paseaba por la casa y un día, mientras los señores estaban en el trabajo, se le ocurrió una solución.

Esta solución apareció en forma de frasco. La etiqueta ponía Diluvión, y en letras pequeñas aseguraba que era el remedio más eficaz para eliminar a las hormigas.

Comenzó a suministrar pequeñas dosis del brebaje a Adela, en los cafés, en la sopa, en cualquier alimento o bebida que ingería la señora. El arsénico del que estaba compuesto el Diluvión comenzó a hacer efecto.

Adela comenzó a sentirse mal, a debilitarse, a perder días de trabajo y a permanecer horas en la cama, al cuidado de Pilar.

Enrique llamó a un médico, que reconoció a la enferma, sin poder determinar el origen de sus males. La joven doncella, mientras, daba solícitamente sus medicinas, sus comidas y no la descuidaba ni un momento. Por supuesto, continuaba suministrándole el veneno.

El médico, tras unos días sin saber qué hacer, decidió intentar hospitalizarla, y Pilar, atenta, escuchó como se tomaba esta decisión y se apresuró a incrementar la dosis para Adela, para que no llegara al hospital.
En pocos días, mientras Enrique se decidía a ingresarla, la señora empeoró y falleció.

El reconocimiento determinó que se trataba de una pancreatitis, y que aunque extraña, la enfermedad no se salía de lo normal. Pilar se quedó fuera de toda sospecha.

Pero lo que no sospechaba la asistenta fue que Enrique abandonó la casa, el negocio y se fue de Valencia, entristecido por su pérdida.

Así que Pilar, lejos de quedarse con el hombre y los bienes de la familia, se quedó sin trabajo y en la calle.

Una mañana, mientras desayuna en la cafetería de costumbre, se encuentra a Aurelia Sanz, cocinera en un domicilio de la calle Isabel La Católica.

En esa casa, del doctor Manuel Berenguer y Carmen Cid, entró a servir Pilar, junto a su nueva amiga.

Aurelia y Pilar comenzaron a salir juntas, a pasear, a bailar, a visitar la ciudad cuando tenían libre.

En uno de esos paseos se encontraron con dos jóvenes. La playa de la Malvarrosa fue testigo de ese encuentro, en el que ambas se enamoraron del mismo chico.

Él, sin embargo, sólo se fijó en Aurelia, para desespero de Pilar. Comenzaron a salir y la joven asesina era testigo en silencio de la relación. Ambas comenzaron a distanciarse, y Pilar hablaba mal de ella, se quejaba constantemente.

Su plan volvió a tomar forma. Aurelia comenzó a enfermar, igual que lo hizo su antigua señora. Era el año 1956 cuando el veneno comenzó de nuevo a funcionar. Pero no se limitó a Aurelia, sino que Carmen se puso también en el punto de mira de Pilar. Si una vez no consiguió hacerse con la casa, quizás en esta ocasión…

Mientras, Aurelia tenía serios problemas, y el doctor decidió ingresarla en el hospital. Allí, separada de la causa de sus males, comenzó a mejorar, pero el daño ya estaba hecho.

Manuel, mientras, llega a una conclusión: el mal podría ser envenamiento.

Además, Carmen comenzó a sentir los mismos síntomas. Pilar continuaba con su plan.

El médico hiló la madeja con cuidado y halló un nombre sospechoso: Pilar Prades. Buscó a Enrique Vilanova, de quien sabía que era viudo y que Pilar había trabajado para ella. Consiguió que exhumarán el cadáver y en él hallaron restos de arsénico.

Inmediatamente, hizo que Pilar abandonara la casa, en previsión de males mayores y llevó al laboratorio una muestra de la orina de Carmen. En esta, halló también el temido arsénico.

Ya no tenía ninguna duda: Pilar Prades había envenenado a su antigua señora, a su compañera Aurelia e intentaba hacer lo mismo con su mujer.

La denunció y fue detenida en el acto.

En el juicio fue declarada culpable y condenada a morir por garrote vil. Fue la última mujer en morir con este cruel método, a manos del más famoso verdugo del régimen franquista.

Su historia salió del ámbito nacional y viajó por todo el mundo, conmocionando a toda la sociedad occidental. Su vida inspiró un serial radiofónico en Argentina, que con el título de “La galleguita de cara sucia” fue un tremendo éxito de audiencia.


FUENTE: CRÓNICA NEGRA DE LA HISTORIA