FRANÇOIS VILLON

Puestos a buscar los orígenes de la poesía maldita, éstos pueden remontarse al italiano Cecco Angiolieri (1260-¿1313?) o al francés Rutebeuf (1250-1285). Pero habría de ser un compatriota de este último, François Villon, nacido, al parecer, en 1431, quien inaugurara tan ilustre nómina. Tantas y tan grandes fueron sus fechorías, que el escritor siempre procuró asociar a su obra, que nadie mejor que él para ocupar tan fascinante puesto. Al menos así lo estimaron los románticos, Baudelaire y los simbolistas, en cuyo manifiesto no dudaron en atribuirle la paternidad de la lengua y la poesía francesas.

François de Montcorbier, verdadero nombre del poeta, vino al mundo en una familia pobre. Protegido del clérigo Guillame de Villon, éste impulsará los estudios eclesiásticos de François. En agradecimiento a él, a quien calificará de "más que un padre" al comienzo de su 'Testamento', el joven tomará su nombre. Sus días de estudiante constituyen la gran incógnita de su biografía, pero cabe suponer que fue entonces cuando empezó a frecuentar burdeles y tabernas. Maestro en Artes por la Universidad de París y ya hecho a la vida goliarda, alborotador y pendenciero, en una de sus frecuentes trifulcas dará muerte a otro clérigo, Philippe Sermoise -según todos los indicios en defensa propia-; en otra, recibirá una puñalada que le dejará el labio partido para el resto de su azarosa y apasionante vida.

Irremisiblemente encanallado, la nochebuena de 1456 marca uno de los primeros jalones en su vida y en su obra. Será en ella cuando el poeta, en compañía de otros rufianes, perpetre un atraco en el Colegio de Navarra de París, de donde saldrán con un botín de 1500 escudos de oro. No obstante, finalizado el robo, aún tiene tiempo para escribir 'Legado', una de sus más celebradas composiciones. Si bien los expertos se refieren a la dificultad que su lectura entraña, el amor imposible inspirara unos versos en los que no falta el relato una furibunda sátira social en la que los notables del París de la época y los rufianes que han acompañado al escritor en sus crímenes, de los que da cumplida información en sus estrofas, salen igual de mal parados

Delatado en la primavera de 1457 por uno de sus compinches en el robo, Guy Tabaire, Villon habrá de huir de la justicia parisina, yendo a buscar refugio en la corte de Charles d'Orleans en Blois, donde se protege a los poetas, y en la René d'Anjou, quien compagina el trono de Sicilia con el cultivo de la poesía. No siendo el nuestro uno de esos autores al gusto de los palacios, en ambos casos, sus intentos resultarán inútiles por más que asegure que sus fuga de París es debida a un desengaño amoroso. Encarcelado en la prisión de Meung-sur-Loire por sus vagabundeos con un grupo de actores, profesión perseguida por la Iglesia en aquellos días, Villon será torturado con frecuencia. Creyendo próximo el fin de sus aventuras, apenas es puesto en libertad por mediación de Luis XI, el poeta ladrón redacta su 'Testamento'. Considerado por la crítica como uno de los poemas más bellos de toda la Edad Media, se incluyen en él algunas de sus composiciones más concodidas, tal es el caso de "Balada de las damas de antaño".

Otra vez en París, volverá a dar con sus huesos en la cárcel. El robo en el Colegio de Navarra aún no ha sido olvidado. Semanas después, tras jurar que devolverá el dinero, es puesto en libertad. No pasará un mes antes de que sea condenado a la horca tras ser reconocido en una pelea de taberna, en la que habrá varios heridos. Será entonces, convencido de que acabará sus días en el cadalso, cuando escriba su poema más conocido, la "Balada de los ahorcados". Concebida a modo de autoepitafio, en sus versos, quienes van a ser ajusticiados, mantienen un diálogo que es a la vez una súplica de clemencia. Dentro de tan conmovedor asunto, nuestro escritor apunta: "Mediante una cuerda de dos varas, sabrá mi cuello lo que pesa mi culo".
Sin embargo, pese a sus propios pronósticos, el patriarca de los poetas malditos salvará el pellejo. Conmutada la pena capital por el destierro, escribirá un último poema, pleno de emocionado agradecimiento a los miembros del Parlamento que le han perdonado la vida. Corre a la sazón el año 1463. Se calcula que murió poco tiempo después, cuando el maestro apenas contaba 32 años. Pero, a ciencia cierta, nada se sabe de su vida a partir de entonces.


JAVIER MEMBA
EL MUNDO.ES